“Los varones además agujerean el espacio comprendido entre el margen extremo del labio inferior y las raíces de los dientes de abajo y a la manera que nosotros engastamos en oro las piedras de nuestros anillos, así ellos incrustan en aquel hueco una ancha lámina, de la redondez de una moneda carolena de plata y del grueso de un dedo, que sujeta por dentro la parte saliente. No recuerdo haber visto nunca nada tan feo; ellos creen por el contrario que no hay cosa más elegante”. (Sahagún, F.B. 1967)